Federico Salazar
Hay colegiales de 80 años, nietos de 70 y tasas de viviendas desocupadas de 30 a 35%. El propio presidente Alan García ha dicho que el censo no sirve y que hay que hacer otro.
El último censo se realizó con otro método. Ya no se retuvo a las personas en sus casas todo un día. Se tomó la información a lo largo de un mes.
Según Matuk, los errores son aislados y anecdóticos. Dice que en toda encuesta se da este tipo de errores. Se subsanan, agrega, cuando se pasa del informe preliminar al final.
No soy especialista en censos. Creo que el presidente García tampoco. Veo, sin embargo, mucha pasión sobre un censo cuyos resultados recién se conocerán en febrero de 2007.
Varios alcaldes se han quejado. La población es menor, hay más viviendas desocupadas, pueden pedir menos compensación y presupuesto.
Por otro lado, vivimos bajo el imperio de un mito. Romper un mito es difícil y doloroso. Cualquiera que quiera hacernos doler es un adversario.
La creencia general es que hay sobrepoblación. Muchos piensan que hay que reducir las tasas de crecimiento demográfico. Como sea.
Todos los que apoyan las políticas poblacionales basadas en la planificación estatal tienen un enemigo en este censo. Por eso les provoca desvirtuarlo.
De acuerdo con Félix Murillo, ex jefe del INEI, “en todas las regiones del país los censos de 2005 proporcionan una población menor a la esperada” (La República, 1.12.06). Pero, ¿por qué no cabría esperar una población menor?
Vivimos un cambio demográfico dramático. Las tasas de natalidad han venido cayendo en las últimas décadas. En 1950, la Tasa Bruta de Natalidad era de 47.1 por cada mil habitantes. En el último quinquenio, el promedio ha sido de 22.6.
Esta es la tendencia. No sería sorprendente que el censo de 2005 revelara cómo es por dentro esta caída de la tasa de crecimiento demográfico.
La mayor urbanización, los abortos clandestinos, la migración y la mayor movilidad de la fuerza laboral explican el fenómeno.
En 1960, la población de entre 0 y 4 años era de 17.7%. En 2000, de 11.3%, y en 2005, de 10.4%.
Esto quiere decir que cada vez “entran” menos. Significa, en algún momento del futuro, menos consumo, menos producción, menos intercambio. Entre otras cosas, ¿quién va a sostener a los viejos de entonces?
El presidente García quiere un censo según lo que a él le parece. No le gustan las cifras de la nueva realidad demográfica.
¡Hay que matar al censo!, exige. Como si eso revirtiera la tendencia o cambiara la historia.
Hay que esperar los resultados. Y prepararnos a enfrentar sus consecuencias. Nos gusten o no.
http://peru21.pe/impresa/noticia/no-me-gusta-censo-maten-censo/2006-12-02/10884