Auto-Exilio (19-VIII-07)
Escribo esta nota el 19 de Agosto de 2007, y hace exactamente 365 días la Administración García publicó en El Peruano la aceptación de mi renuncia al INEI, en circunstancias que la maquinaria política aprista cuestionaba una pobreza de 48% para el 2006, que ahora irónicamente resulta ser de 44.5%.
También hace un año, junto con mi esposa y mi hija decidimos que debíamos quedarnos en el Perú a toda costa, a pesar que se nos presentaban oportunidades en el extranjero. También hoy se cumplen dos semanas de estadía en Bagdad, en circunstancias nuevas a pesar de haber trabajado para AID en Nicaragua luego de la salida de los Sandinistas y en Yugoslavia luego de la caída del gobierno de Milosevic.
Una primera diferencia es vivir confinado dentro de dos cuadras con casas a ambos lados de lo que pudiera ser San Isidro, donde se cuenta con tres perímetros de seguridad, el primero constituido por vigilantes iraquíes que interactúan con la población local que quiere ingresar, un segundo perímetro constituido por soldados angoleses, y uno tercero constituido por oficiales “africaners”.
Una segunda diferencia es recibir en el aeropuerto un chaleco blindado y un casco militar para efectuar un viaje de 30 minutos hasta el “campamento” descrito previamente. Este viaje se efectúa en un convoy de tres camionetas Chevrolet SubUrban blindadas que zigzaguean todo el camino a fin de evitar que se aproxime a la caravana un conductor suicidad que busque detonar el “coche bomba” que maneja, siendo esta una modalidad nunca aplicada en nuestro patria.
Una tercera diferencia es que las casas de las dos cuadras en cuestión han sido reasignadas, unas son en puro dormitorio y otras en pura oficina. En la que duermo, tiene cinco dormitorios en el segundo piso, mientras en el primer piso: el escritorio, la sala, el comedor, y la cocina han sido transformados en dormitorios, de tal modo que nueve personas compartimos tres baños completos más uno de visita. En la casa que trabajo, me ha tocado la sala donde están ubicados nueve escritorios, en el comedor hay cinco escritorios y así sucesivamente.
Una cuarta diferencia es que la casa mas grande, con piscina, ha sido habilitada como el restaurante del “campamento” donde entre la sala y el comedor hay ocho mesas de seis sillas cada una, y en todo el segundo piso un gimnasio completo con maquinas y pesas. La alimentación es siempre un buffet indistinguible al del hotel Marriot, ya que se tienen tres Chef, siendo uno de ellos el de postres, con la sutil diferencia que no existe Plan B.
Y la quinta y más importante diferencia es estar lejos de mi familia.
April 4, 2009 at 2:47 am
Importante crónica que nos ilustra sobre las condiciones de vida al otro lado del mundo para personas extranjeras y profesionales, como serán las condiciones para el hombre común y corriente. Saludos desde Perú esperando que las cosas vayan para mejor.